Para entender parte del funcionamiento de nuestra mente, podríamos utilizar como símil un programa informático. La mente viene a ser algo similar a nuestro sistema operativo y una de sus de sus múltiples funciones es protegernos de amenazas externas. Para ello, dispone de un software de protección, que continuamente analiza el momento presente intentando detectar amenazas, alertándonos ante su existencia, en un intento de superarlas, huyendo o enfrentándonos a ellas.
Al igual que un antivirus puede ralentizar e incluso bloquear el sistema operativo del ordenador, al trabajar de una forma excesivamente intensa, nuestra mente puede jugarnos malas pasadas en su intento obsesivo por protegernos.
«Corre..! Huye de la leona para sobrevivir…!
«Corre..! Caza a la gacela para sobrevivir…!
¿y a ti, qué te dice tu mente.?
¿Cazas, Huyes?
Depende del momento ¿verdad?. De alguna forma la leona y la gacela lo tienen fácil… Un sólo escenario (la sabana) y básicamente dos preocupaciones (cazar y no ser cazados), pero nosotros, nos enfrentamos continuamente a distintos escenarios (laboral, familiar, social, etc.) y nos comportamos como leones o gacelas, según el momento. Incluso podemos ser nuestros propios leones o gacelas… luchando o huyendo contra, o de nosotros mismos…
¿Qué hace la gacela cuando intuye al león? Se transforma en una supergacela. Debe correr más rápido que el león más rápido, si quiere sobrevivir a ese momento. Su cuerpo se transforma, potenciando la musculatura de sus patas. Toda la sangre, toda la energía, las destina a correr, a huir. Para ello prioriza estas funciones. Todo aquello que no contribuya a escapar del león en los próximos segundos es «desconectado», dedicando esa energía a correr. Su sistema digestivo, reproductor, inmunitario, entre otros cuyos requerimientos de sangre y energía no contribuyan exclusivamente a superar la crisis durante los próximos segundos quedan relegados a un segundo plano.
Nuestra reacción, y la del resto de vertebrados, ante una amenaza es idéntica a la de la gacela; huir (o luchar). Cuando, en nuestro cerebro, el sistema límbico intuye el peligro, genera una emoción (miedo, ira) poniendo a nuestro cuerpo en guardia, preparándolo para la lucha o la huida. Ese miedo, desencadena un torrente hormonal en nuestro organismo que nos convierte en supergacela. Esta respuesta fisiológica de nuestro cuerpo ante una amenaza, es el estrés, un mecanismo automático de reacción ante alarmas que nos permite intentar superarlas y sobrevivir:
- El sistema nervioso se activa, nuestros sentidos se agudizan
- La adrenalina acelera nuestro corazón y con ello nuestra presión sanguínea para que la sangre llegue con rapidez a nuestra musculatura.
- El sistema respiratorio se acelera, se abren los alveolos para captar mayor volumen de oxígeno que enviar a nuestra musculatura.
- Necesitamos un aporte extra de energía y determinadas hormonas (glucocorticoides) se ocupan de ello, vaciando nuestras reservas de glucosa en el torrente sanguíneo.
- Nuestro sistema reproductor, digestivo e inmunitario se ralentizan. Tienen altos requerimientos energéticos que ahora destinamos a la huida. Ya habrá tiempo de hacer la digestión, mirar a otra gacela o reconstruirnos después de escapar del león.
- En nuestra piel, por un lado se abren los poros y empezamos a sudar intensamente, para disminuir la subida de temperatura que tanta actividad provocará en nuestro cuerpo. Por otro lado disminuye el aporte de colágeno para tensar la piel. Igualmente disminuye el flujo sanguíneo a nivel capilar para minimizar la perdida de sangre en la lucha.
- EL sistema musculo esquelético se tensa. Hay que dar soporte estructural a toda esta aceleración de nuestro organismo además de afrontar esa lucha o huida.
Se trata de una auténtica maniobra de transformación de nuestro organismo gracias a la cual tendremos posibilidades de enfrentarnos con éxito a esa amenaza y superarla. Es un ciclo eficiente y cuando la alarma desaparece, los niveles hormonales vuelven al equilibrio inicial. Pasados unos minutos, tras escapar del león, la gacela se relaja, descansa y vuelve a pastar tranquila. Ha cumplido su objetivo y ha apagado la alarma.
Sin embargo, ¿y si tú fueras la gacela, te relajarías? Es más que probable que si la gacela tuviera una mente «más humana» decidiera no apagar la alarma; «…¿Seguirá el león rondando cerca?, no me ha cazado… tendrá hambre… ¿cómo voy a comer o a descansar ahora?… ¿y si vuelve?… pero la culpa la tengo yo… mira que venir a pastar donde hay leones… y mira que lo sabía…! » En definitiva… seguiríamos en guardia, alerta, convertidos permanentemente en supergacela por si acaso vuelve el león. El ciclo de estrés, y su respuesta fisiológica se mantendrían activos.
El estrés se hace crónico. ¿Puede ser esto contraproducente?
SI lo analizamos brevemente puede resultar hasta obvio… Imagina nuestro organismo en una continua y permanente maniobra evasiva huyendo de leones:
- Sistema nervioso activo => insomnio => fatiga crónica, dolores de cabeza…
- Sistema cardíaco acelerado => hipertrofia=> arritmias => cardiopatías…
- Sistema circulatorio tensionado => hipertensión => aterosclerosis => accidentes vasculares, infarto, cardiopatías…
- Sistema digestivo debilitado=> diarreas, colon irritable…
- Sistema reproductor debilitado=> falta de apetito sexual, dificultad ante embarazos…
- Sistema inmunitario debilitado=> defensas bajas => herpes, gripe, infecciones…
- Dermis alterada=> exceso de sudoración, dermatitis, alopecias, psoriasis…
- Sistema respiratorio acelerado => hiperventilación, vasoconstricción cerebral, ahogos..
- Sistema musculo-esquelético tensionado => bruxismo, contracturas…
- Necesidad extra de glucosa => obesidad, diabetes…
El estrés, que a corto plazo es una herramienta maravillosa para sobrevivir, a largo plazo, al hacerse crónico, se vuelve tremendamente nocivo para nuestro organismo.
Huir permanentemente de leones puede ser igual de peligroso que el propio león. Sin embargo ¿con cuantos leones reales te has cruzado hoy?. En occidente, salvo excepciones relacionadas con nuestra actividad laboral, deportiva, catástrofes naturales, y violencia, nuestros leones están más relacionados con nuestras preocupaciones del día a día; el jefe, el trabajo, la hipoteca, la pareja, los hijos, etc. Nuestras preocupaciones, nuestros problemas, encienden esas alarmas que nos ponen en alerta y constituyen auténticas manadas de leones contra las que luchamos continuamente. No es necesario validar el peligro, ver físicamente el león. Basta con intuirlo, para convertirnos en supergacela, de manera que nuestro organismo responde ante nuestras preocupaciones de la misma manera que si fueran peligros físicos reales.
Mindfulness nos ayudará a frenar nuestro ruido mental. Mindfulness nos ayudará a entender esa vorágine de pensamientos, de preocupaciones, de inquietudes de forma que consigamos apagar determinadas alarmas que no tiene sentido que permanezcan activas pues nos desgastan emocional y físicamente. ¿quieres saber cómo?
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