En módulos anteriores hemos ido conociendo y utilizando las habilidades mindfulness y la meditación básicamente para frenar, para reducir nuestro estrés, ansiedad, reforzar nuestra autoestima, etc. Sin embargo son términos que desconocían quienes «inventaron» la meditación. Ellos no tenían nuestro estrés, no tenían nuestra ansiedad, no conocían el significado de la palabra autoestima… ¿Entonces?
Mindfulness nos lleva mucho más allá del simple hecho de «frenar». Podemos apagar fuegos durante toda la vida pero, ¿acaso no sería más sensato evitar los incendios? La autocompasión nos lleva a profundizar en este camino, que realmente ya hemos iniciado, de autoconocimiento. Si de verdad logramos entender por qué se producen, estaremos más cerca de anticiparnos a ellos, evitar reaccionar. Pasaremos de estar en calma a vivir en calma.
Nuestra mente, debido a una lógica biológica relacionada con la supervivencia, da siempre prioridad a los pensamientos negativos pues implican problemas a resolver y deja para más tarde todo lo relacionado con pensamientos positivos puesto que no implican problemas inminentes de los que tenga que ocuparse…
¿Y tú, para tu mente eres un problema a resolver..?
Ejercitar la autocompasión mediante mindfulness es ejercitar la bondad hacia uno mismo, aceptar de forma liberadora que somos seres humanos imperfectos, que todos sufrimos, que aunque los condicionantes, el origen y la intensidad sean diferentes, el proceso de sufrimiento es el mismo para todos. Humanidad compartida.
Etimológicamente compasión significa «sufrir con«. La autocompasión nos lleva mucho más allá de la empatía hacia uno mismo, es mucho más que rizar el rizo. Transforma nuestras inseguridades en confianza. Nos potencia como personas y nos convierte en un arma para cambiar el mundo… o al menos nuestro entorno más cercano.