Pues sí, ni tuya ni suya, así es la cosa.
Te lo explico en dos minutos.
Bueno, mejor hoy te explico por qué no es culpa tuya y mañana por qué no es culpa suya.
Piensa en una situación en la que tú te hayas sentido culpable de tu actitud o comportamiento.
Apuesto al 100% a que esa culpa llega después de haber dicho o hecho eso.
Unos minutos, unas horas, unos días.
Después de los despueses, pero después.
Después. No justo durante “ese instante” en el que decías o hacías. Sino después.
Es decir;
Hoy me siento culpable de cómo actué ayer.
Hoy se me ocurre un comportamiento más amable que el que tuve ayer.
Hoy pienso que ayer, pude haberlo hecho mejor.
y… ¿por qué ayer no actué como hoy imagino?
Pues es simple, (simple, no fácil) porque ayer, justo en “ese instante” no tenía ni idea de que existía otra manera. Eso lo pienso hoy que estoy más calmado, pero ayer tal y como estaba (insisto) en “ese instante”, no pude actuar de otra manera.
Que sí, que sí.
Ayer actué de la mejor manera que en ese instante pude,
Ayer utilicé el mejor comportamiento de todos los que tenía a mano,
Ayer no tenía otros.
por tanto, más que culpable… seré INOCENTE.
Piénsalo bien, aunque te toque un poco las narices, tiene mucho sentido, ¿no?
Lo que ocurre es que la dramática de nuestra mente no tarda en recordarnos lo malísimos y los culpabilísimos que somos, pero en el fondo somos inocentes.
Sí, sí, INOCENTE.
Yo sé que suena un poco extraño, pero te garantizo que esto se asimila.
Se aprende.
Se integra.
Se entrena.
Yo lo enseño en mis formaciones transformaciones.
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Te aseguro que tu vida cambia.
Otra opción es que pases totalmente de lo que te cuento y te la sigas apañando a tu manera con la culpa, los culpables, uy que c*ña*o (no, no es cuñado)
Deseando contártelo
Muchísimas gracias por tu tiempo y confianza
Nacho Luque
Tlf 644039635
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